Ardiente

Los 25 mejores actores del siglo XXI : hasta ahora

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No podemos por menos de recordar estas palabras de Pedro Salinas que deben ser norte y guía de todo profesor de literatura: Entiendo que enseñar literatura es otra cosa que exponer la sucesión histórica y las circunstancias exteriores de las obras literarias: enseñar literatura ha sido siempre, para mí, buscar en las palabras de un autor la palpitación psíquica que me las entrega encendidas a través de los siglos: el espíritu en su letra Salinas,II, p. Mi intervención va a ser -o eso pretendo- una conferencia tal vez un monólogo reflexivo intimista, y esto en dos sentidos: En primer lugar, porque expresa el sentimiento íntimo, profundamente placentero y de una serenidad que puedo llamar «metafísica», que en mí ha despertado, desde la primera vez que lo leí en torno a los veinte años 3El Quijote, y muy especialmente, la relación Don Quijote-Sancho DQ-S ; en segundo lugar, porque la humanísima relación que Cervantes nos dejó escrita de la inmortal pareja es, en sí misma, una relación tan íntima y de tan profunda amistad que difícilmente se encuentra otra igual -a mi parecer- en obras literarias. Guiado por estos dos principios voy a procurar seguir la evolución de esa insondable amistad al hilo, en la medida de lo posible, de la narración de la obra. Esa relación de amistad va creciendo y se va consolidando a lo largo de la obra, como es bien conocido; y tiene como base y fundamento de la misma la verdad: la verdad, que va unida a la palabra.

Pues bien, su Espíritu que lo revela nos hace conocer a Cristo, su Verbo, su Palabra viva, pero no se revela a sí mismo. Empero a él no le oímos. No le conocemos sino en la acción mediante la cual nos revela al Verbo y nos dispone a admitir al Verbo en la fe. El Espíritu de verdad que nos desvela a Cristo no habla de sí mismo Jn 16, Un ocultamiento tan discreto, propiamente divino, explica por qué el mundo no puede recibirle, porque no le ve ni le conoce, mientras que los que creen en Cristo le conocen porque él mora en ellos Jn 14, Ga 4, 6 es realmente Deidad. Consubstancial con el Padre y el Hijo, es inseparable de ellos, baza en la vida íntima de la Trinidad como en su don de amor para el mundo. Pero al adorar a la Santísima Trinidad vigorizador, consubstancial e indivisible, la fe de la Iglesia profesa también la distinción de las Personas. Cuando el Artífice envía su Verbo, envía también su Aliento: misión conjunta en la que el Hijo y el Espíritu Santo son distintos pero inseparables.

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