
Inclinado hacia adelante, miraba sin ver, con ojos muy abiertos, ciegos e inanimados, en cuya pupila relucía, muerto, un reflejo de luz, duro y frío, como en un trozo de cristal. Lo que sé de ellos y de Isabel es lo que se me contó, y lo digo exactamente como ellos me lo escribieron, también como me lo dictaron en la memoria, en el pensamiento, en los sueños. Ahora, que me atrevo a rescribirlo, pido perdón por contar sus secretos, sus dolorosos testimonios de vida, mientras mi propio recuerdo y los sueños se desvanecen como las cenizas en el viento en estos días que se me antojan eternos. Había soñado que mis manos no podían asirse de un pequeño bote que hacía agua en medio del inmenso mar embravecido. Fue un amanecer de un espeluznante alboroto, del que puede dar cuenta mi esposa. Recuerdo ese sueño acaso soñado por otros que yo -el profesor Abel- también parecí soñar. Alas destrozadas. Cuando rememoro sus confesiones me saben todas a cosas mundanas, a tiempos inmemoriales, poseen la prodigiosa fuerza de transmitir en mí el magma de evocaciones, el tiempo hecho vibración y fragancia, ese desordenado sentir en que se me permite adoptar una cronología atemporal.
Micaías fue consultado por el poder político ante un momento fundamental para su país. Tuvo que decidir si congraciarse v. Tuvo que decidir entre apuntarse a la popular adoración del éxito o comprometerse con la verdad. Que el Señor nos libre del amor al poder —especialmente en el ambiente de la iglesia— y de la ansiosa dependencia del reconocimiento de los hombres, tantas veces contradictorio con el del Señor.
Comparten ambientes, temas y personajes, una sorprendente nómina de premios y el ámbito de acaecer sabido abrevar en las aguas del nouveau roman, y haber aparecido no únicamente indemnes estrella también fortalecidos. Como el aroma. Entonces ya no. Queda estrella lo esencial: los blancos, los silencios y los calderones. Un elocución.
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